Enfriador de Vino, como elegirlo: Consejos y Opiniones

Utilidad

Puede parecer una pregunta trivial, pero no lo es. Hay dos alternativas posibles: servir el vino a una temperatura adecuada o almacenarlo. En el primer caso, la bodega sirve exclusivamente para mantener el vino en condiciones aptas para la degustación a corto plazo. En el segundo caso, el vino también se almacena durante muchos años. Si quisiéramos comprar una bodega solo para degustación, entonces tendremos que preferir los modelos templados. Por el contrario, si queremos conservar el vino durante mucho tiempo, tendremos que optar por los modelos climatizados.

Un sumiller / conocedor de vinos / enólogo conoce perfectamente la delicadeza de cada botella, y sabe bien que algunos aromas se mantienen o potencian solo si el vino se mantiene a la temperatura adecuada. Mientras que algunos vinos espumosos se prefieren frescos, otros vinos se degustan a temperatura ambiente, almacenados en lugares frescos y secos lejos de la humedad y el moho. La bodega es el lugar ideal para almacenar todo tipo de vino de forma natural. Sin embargo, muy a menudo resulta difícil hacer uno en su hogar, más aún si vive en un apartamento o estudio.

Funcionamiento

Para ello, los enfriadores de vino sustituyen a la auténtica cava tradicional, garantizando la correcta conservación de cada botella a temperatura constante. Dado que se trata de un electrodoméstico, puedes usarlo directamente en casa, aprovechando todas sus múltiples potencialidades y funciones, y combinarlo fácilmente con tu mobiliario interior.

Dado que la bodega no es más que una nevera para vino realizada específicamente para su conservación, existen muchos modelos en el mercado que se diferencian según la funcionalidad y necesidades de quien quiere crear una pequeña pero muy elegante tienda de vinos dentro de su hogar / lugar publico. A la hora de comprar una bodega, es necesario tener en cuenta algunos factores muy importantes para preservar las propiedades de esta bebida, también conocida globalmente como el «néctar de los dioses».

Temperatura correcta

La temperatura es probablemente el factor más importante de todos, ya que permite que esta bebida de calidad conserve sus características, sabores y aromas. Por tanto, es necesario considerar la temperatura adecuada a la que se debe almacenar un vino. Si hablamos de vino tinto, por ejemplo, la temperatura ideal no debe ser superior a 20 °, como para los vinos blancos, sin embargo, la temperatura debe rondar los 13 °, mientras que los vinos espumosos deben almacenarse a una temperatura no superior a 8 °. Estas temperaturas bien calibradas impiden que los polifenoles del vino, las sustancias naturales que determinan su color, se expandan o contraigan: el calor excesivo, de hecho, reduciría la vida útil de un vino ya que aceleraría su evolución sensorial. Por el contrario, temperaturas demasiado bajas impedirían una correcta maduración polifenólica. Quizás opta por una cava con varias zonas frigoríficas que le permitan gestionar la temperatura de cada botella de vino de la mejor forma posible.

Humedad apropiada

Sabemos que el vino necesita un buen nivel de humedad, por ello el lugar ideal para su conservación sería una cava subterránea de gruesos muros. Lamentablemente, sin embargo, no todo el mundo tiene la suerte de tener una bodega en su casa, por lo que en estos casos sería recomendable disponer de un enfriador de vino. La tasa de humedad ideal debe rondar el 80%. Este nivel de humedad, de hecho, evita que los corchos se sequen, lo que podría comprometer el correcto cierre de las botellas y, en consecuencia, alterar el sabor del vino. Por lo tanto, elige una bodega que sea capaz de gestionar la humedad interna de forma estable y fiable. De esta forma podrás conservar mejor todas las propiedades organolépticas del vino, al que no le gustan los cambios de temperatura.

Protección de la luz solar

En contacto con el vino, la luz solar provoca cambios negativos en la propia bebida. En particular, los rayos ultravioleta favorecen el desarrollo de radicales libres que aceleran drásticamente el proceso de oxidación del vino. Como resultado, pierde frescura y adquiere olores desagradables. Las cavas, también gracias a los materiales aislantes que las componen, protegen las botellas de los rayos solares y mantienen inalterados sus procesos naturales de envejecimiento.